Dormía, y soñaba
que la vida era alegría.
Desperté, y vi
que la vida era servicio.
Serví, y vi
que el servicio era la alegría.
“Rabindranath Tagore”
Rabindranath Tagore fue un músico, escritor y filósofo indio-bengalí, nacido en Calcuta (India) premio Nobel de Literatura en el año 1913. Fue un gran defensor del diálogo entre culturas y su obra está impregnada por el amor a su tierra y a la naturaleza. Escribió numerosas historias cortas reflejando la vida del pueblo que veía a su alrededor. Fundó una escuela en Santiniketan (Bengala Occidental) destinando a la misma lo ganado en el Nobel, demostrando su marcado carácter hacia la educación altruista.
Teniendo en cuenta que no tuvo una vida fácil ya que vio morir a varios de sus 5 hijos a temprana edad, todavía resalta más el sentimiento y expresión de este poema, donde con pocas palabras y sencillez es capaz de expresar la veracidad, el sentir y la valoración de una vida puesta al servicio de los demás.
Cuando lo leí por primera vez me di cuenta que desconocía el sentido y la transcendencia del acto de servir, no sólo porque careciera de la enseñanza que da la experiencia, sino especialmente porque hasta entonces no había dedicado tiempo a reflexionar sobre ello. Desde ese momento he venido comprendiendo muchos de sus aspectos positivos, lo que me ha impulsado a dejarlo para vuestra lectura y consideración, como reconocimiento a su labor.
Uno de ellos se basa en que siempre existe un beneficio recíproco porque fortalece las relaciones sociales, uniendo a las personas a través de la comprensión y del sentimiento. Sirve para alejar esa soledad que tanto está dañando en la sociedad actual a multitud de personas, especialmente ancianos que viven sus últimos días sin la compañía que necesitan para hacer más llevadera la carga de su vejez.
Al centrarnos en las necesidades de los demás nos alejamos de nuestras quejas, descontentos e insatisfacciones más habituales, con lo que la vida es mejor para todos. Cuando se adquiere la vocación de servir también se desarrollan cualidades y destrezas útiles a nuestra personalidad, gozando ésta de la nobleza y sinceridad del ejemplo.
La alegría es una emoción que experimentamos cuando hay satisfacción personal, basada especialmente en nuestro comportamiento y la expresión de nuestra conciencia. Cuando se busca antes el bien ajeno que el propio, el ánimo y la esperanza ayudan a mejorar la conducta. A medida que vamos aprendiendo a ser más serviciales, también vamos viviendo la satisfacción y la ilusión de la vida en sus niveles más elevados.
Desarrollar esta capacidad, aún en momentos de dificultades propias, resulta más sencillo de lo que creemos. Es cuestión de que cada uno lo hagamos desde nuestras propias posibilidades. Tantas cosas podemos hacer si hay vocación de servicio que no pasará día alguno en que podamos decir: hoy no he tenido oportunidad.
Servir es abrazar a quien necesita consuelo, escuchar a quien tiene un problema, atender al necesitado, una palabra cuando hay distancia, la compañía que aleja la soledad, o una voz que guíe en el silencio. Sencillamente es estar presente ante cualquier necesidad. Ahí encontraremos esa alegría intima que llena los vacíos interiores y nos une a la vida.
Aprendiendo a vivir mejor
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