sábado, 25 de mayo de 2019

A mi espíritu protector

Gracias, querido espíritu protector, por estar a mi lado en los duros momentos en los cuales mi corazón se torna opaco y triste. He de decirte de la gran falta que me haces para conseguir acabar mi tarea aquí en la Tierra. Sin tu inestimable ayuda, jamás podría llevar a cabo aquello por lo cual vine a realizar. Tu presencia aún siendo sutil y sublime me ayuda a contrarrestar momentos difíciles que se me presentan a lo largo de mi vida. Cuántas veces me he olvidado de ti; cuántas ocasiones que en silencio me has guiado por el camino correcto, haciéndome consciente de los peligros.

Cuántas llamadas de atención, cuántas posibilidades de aprender sin dolor, y a final es el dolor el que acaba enseñándome. Y todo por no querer escucharte, sentirte. Tú que habitas en los silencios, tú que estás siempre a mi lado, tú que corriges mis desviaciones, tú que generas verdaderas ondas de amor, tú que velas por mí siempre, en cada instante. Cuánta misericordia divina, cuánto amor por parte del Padre, por designarnos tal amigo y compañero para nuestro viaje, aquí en la materia.

 Qué dolor tan grande sería no tenerte. Qué difícil sería caminar sin tu sombra, sin tus palabras silenciosas y llenas de verdadero conocimiento y sabiduría. Y todo para hacerme la vida más fácil, más llevadera. Y yo, inconsciente de mí, que me he alejado tanto de tu presencia; que olvidada la he tenido. Perdóname querido amigo, y dame la fortaleza suficiente para comprender tus mensajes desde el más allá, desde tus silencios. Y permíteme abrazarte desde lo más hondo de mi alma y fundirme con la tuya que libre está. Tú que con tus ondas generas en mí efluvios de dicha y sensibilidad hacia la vida, hacia mis congéneres. Tú que caminas a mi lado desde tiempos inmemorables y que me das lo que en esta Tierra no hallo. Disculpa mis torpezas y mi ignorancia para contigo y para con la vida. Ayúdame a comprenderte, a descubrirte allá en la sombras en las que habitas oculto para mi ojos físicos y así, aprender cada instante de tus sabias enseñanzas, para subir un peldaño más en la gran Ley de Evolución.

Hoy, en este instante te aclamo, te preciso para que la tristeza no haga mella en mi alma, y con tu ayuda, la luz penetre en mi corazón, en mi mente, y así poder vislumbrar aquello que intentas decirme y enseñarme. Gracias por tu amor y tu entrega. Gracias por estar a mi lado desde hace cientos de años. Eres mi sostén, mi cayado donde apoyarme, cuando la vida se torna llena de dificultades.

Gracias querido espíritu protector.



José Fco. Díez

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