Vamos a comentar un tema delicado pero no por ello menos necesario de comprender, siempre con la única intención de mejorar esos aspectos de nuestra vida a los que damos menos importancia de la que realmente tienen, con el fin de mejorarla en todo lo posible.
En las relaciones personales siempre hay momentos en los que nos encontramos ante las decisiones de dos comportamientos totalmente distintos, con gran incidencia en las mismas. Decir la verdad o mentir son opciones muy opuestas que, con el tiempo, hacen que esas relaciones se afirmen con mayor profundidad y afecto mutuo, o que se resientan por los diversos motivos que todos, en el fondo, conocemos.
Cabe resaltar, que son acciones que realizamos a diario, de las que a veces no somos conscientes, o no les damos mayor importancia, aunque sí que la tiene porque van marcando nuestra vida en un sentido u otro. Son actos tan habituales que conviene reflexionar detenidamente sobre ellos, máxime teniendo en cuenta que para algunos podría significar una gran mejoría en su vivir diario. Vamos a ver algunas de las consecuencias que tienen éstos, comenzando por las mentiras.
Desconfianza. ¿Qué ocurre cuando descubrimos que alguien en quien confiábamos nos ha mentido en un asunto importante? La confianza se resiente fuertemente porque sabemos que quien miente una vez puede hacerlo muchas más, lo que hace que crezca el distanciamiento y la desunión, especialmente en quienes más confianza teníamos. La desconfianza se va intensificando a medida que se van descubriendo más mentiras, hasta el punto de tener una sospecha continuada pues llega un momento en el que no se distinguen unas de otras. Quien miente en asuntos importantes ya está demostrando esa desconfianza.
Estrés. Cuando una mentira tiene que ser mantenida durante largo tiempo, aunque nos cueste creerlo, termina generando un gran estrés al sentirse “perseguido” o “acosado”, lo que no es otra cosa que nuestra reacción interna ante la intranquilidad y el malestar que vivimos, ya que nuestra conciencia no está satisfecha con ese proceder. Tener que estar atento todo el tiempo a no desvelar que se ha mentido, en cualquier descuido, genera un elevado estado de nerviosismo, inquietud y ansiedad.
Frustración. Cuando depositamos toda nuestra confianza en una persona que pensamos que es sincera y su comportamiento nos demuestra lo contrario, con mentiras en asuntos de importancia, nos sentimos frustrados. Pero también ella porque el resultado que consiguen sus mentiras es muy distinto al que esperaba. Y esto debe ayudarnos a comprender las consecuencias de nuestras decisiones.
Baja autoestima. La autoestima se ve muy resentida, entre otros aspectos, por el temor a fracasar. Las sensaciones que dejan en uno mismo son de desagrado y malestar interno porque habitualmente se tiene una sensación de culpabilidad que va a resultar muy difícil de eliminar. Solo cuando se tienen vivencias que son capaces de generar satisfacción, se consigue estimular y mantener la autoestima. La sensación de culpabilidad ¿nos deja satisfechos y con estado de bienestar?
Dolor y Malestar. Aunque no nos demos cuenta, las mentiras hacen mucho daño, por un lado a quien las escucha y por otro a quien las dice. Estas crean innumerables situaciones desagradables que tienden al distanciamiento y la separación, Quien miente genera una carga emocional porque mentir nos obliga a tener mucha memoria para no contradecirnos, y nos deja ante la posibilidad de perder a las personas que más queremos, ya sean familiares, amigos o compañeros de trabajo. Quien las escucha se siente dolido, ya que piensa que no hay confianza y entiende que prevalece el interés personal por encima de la verdadera amistad.
¿Qué podemos construir cuando no hay unión? Es difícil mantener la ilusión porque ésta desaparece cuando nos mienten, pero también cuando mentimos en temas importantes.
Soledad. Con el tiempo, la persona que miente en exceso termina perdiendo la confianza de quienes le rodean, de tal forma que se va encaminando hacia su propia soledad. Las personas tendemos a buscar lo que nos agrada y abandonar lo que no nos gusta, Ante la verdad y la mentira preferimos la verdad por lo que terminamos distanciándonos de quien nos miente, de igual forma que los demás se alejarán de nosotros si les mentimos. Desgraciadamente, la soledad nunca es un buen cobijo ni una buena consejera. ¿En realidad era eso lo que se buscaba al mentir? Seguro que no.
La cuestión transcendente para todos es ¿por qué mentimos? Uno sabe cuando dice la verdad sobre un asunto determinado y cuando no, por lo que la gran mayoría de las personas busca en la mentira un escape de la realidad, y esta actitud ya les está dañando porque empiezan a construir sobre una base que no existe. Incluso muchas veces ocurre que se ven obligadas a decir más mentiras para tapar otra, creando un círculo vicioso que cada vez aumenta más. ¿A dónde nos conduce todo ello? Ineludiblemente, con el tiempo, a tener problemas psicológicos porque entramos en la construcción de una realidad paralela de la que nada bueno vamos a conseguir.
En otras ocasiones se hace por algún tipo de temor pero ya sabemos que el miedo no es buen consejero y no suele estar basado en realidades. Explicar lo que nos ocurre en algunos momentos para ser comprendidos es un paso muy importante que podemos aprender a dar. Veremos cómo todo ello nos ayuda mucho a romper determinadas barreras en la comunicación con los demás.
La solución de todas estas situaciones de malestar está en la verdad, aunque esta duela, pero es la verdad. A partir de ahí el camino será totalmente distinto y mucho mejor que el de la mentira. Se incrementará la autoestima y podremos construir una vida con mayores capacidades porque solo la verdad tiene esa fuerza de cohesión capaz de asentar las estructuras de la unión.
Por otro lado, la mejor postura que podemos mantener cada uno es la de ser sinceros, manteniendo siempre el respeto que toda persona se merece y aprendiendo a disculpar las mentiras ajenas. Las exigencias deben ser hacia nosotros mismos, dedicando a los demás esa comprensión necesaria para entender los motivos que pueden llevarles a no querer decir la verdad en momentos determinados, pues desconocemos las motivaciones, los temores, las preocupaciones, el deseo de no preocupar o herir, etcétera, que les mueven.
Lo ideal es aprender a tratar con todas las personas, conversar y comunicarse con total sinceridad, libertad y respeto mutuo, no olvidando nunca que la mentira modifica nuestra comunicación, mientras que la verdad la intensifica y engrandece; nos acerca a los demás, uniéndonos con honestidad y comprensión porque sobre ella se pueden construir las estructuras de la amistad verdadera y sincera.
Dicen que tener un buen amigo o amiga es tener el mejor tesoro. Y no es una comparación cualquiera, es una realidad basada en vivencias que cada uno de nosotros podemos comprobar fehacientemente. La amistad solo puede existir a través de la sinceridad y la entrega hacia la otra persona porque sobre las verdades que decimos y la honestidad que expresamos están las expresiones del sentimiento altruista.
Cuando un mal entendido nos separa sólo la verdad es capaz de aclararlo y mantener esa unión duradera, capaz de romper todas las dudas e indecisiones que desunen, porque sobre la verdad se crea el manto de la confianza capaz de cubrirnos ante la maledicencia de otros y hacer cada vez más fuerte una unión capaz de abrir las puertas del corazón.
Aprendiendo a vivir mejor
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