Esos dos protagonistas de la vida que todo lo inician y todo lo terminan, el nacimiento y la muerte, principio y final de todos los acontecimientos que nos acompañan. Se abren los párpados para mirar y se cierran en un instante para solo pensar, el final de las formas es el inicio de la imaginación. Esos ojos que tanto ven terminarán ciegos de soledad, incluso vacíos en la mirada de los demás.
Los acontecimientos se agolpan y se amontonan las ilusiones al tiempo que se desgajan y se pierden las esperanzas. Una puerta se abre y otra se cierra, un camino comienza y otro termina, el corazón se ensancha y los pulmones se desinflan.
Todos los momentos, los deseados, los amargos, los alegres, los temidos e incluso los no buscados, terminarán abrazándonos para volver a dejarnos. No hay nada eterno. Todo es un baile de cambios constantes, momentos que se guardarán en los pliegues del corazón como los tesoros enterrados, solo visibles para quienes sepan buscarlos. No merece la pena dar tanta importancia a las cosas cuando todo es pasajero, el aire se lleva el eco de las palabras, la noche la luz de las imágenes, el llanto la alegría.
El dolor dará paso a la calma, la soledad a la compañía, los conflictos a la paz, y la ira se transformará en paciencia.
Pronto han pasado los mejores momentos, esos que nunca se olvidarán, los recuerdos del alma agradecida, la voz amiga, la risa y el dolor, la pena, la amargura, el llanto y el perdón. Pronto habrás dejado lo mejor de ti atrás, agasajado por el olvido, por el silencio y la soledad.
Como todo en la vida, lo que un día comenzó, al fin, llegado su momento, también está llamado a terminar.
Donde ha habido un nacimiento habrá una muerte.
Desde que hay un principio se sabe que habrá un final. Hoy, esa espera ha consumido el último segundo. No nos pilla por sorpresa porque contábamos con ello. Ni desprevenidos porque lo esperábamos. Ni rebeldes, porque lo aceptamos. Ni tan siquiera tristes, porque nos alegra que lleguen esos momentos que estábamos aguardando. Y aunque a veces queremos alejarlos, siempre nos resulta una misión imposible. Aceptamos el dolor, la muerte, como aceptamos la alegría y la vida. Es nuestra esencia más pura.
Hay momentos de esperanza que nos abrazan y punzadas de dolor que nos atenazan. Hay suspiros que nos dan alas, vuelos sobre las brisas del alma, cánticos en las lágrimas derramadas y dolor en el silencio que nos aguarda.
No se pueden atrasar los acontecimientos de la vida. El tiempo avanza sin retroceso posible, golpeando el aire con el leve gemido de las quejas esgrimidas que tampoco sirven para nada, son torpes quejidos que no encuentran eco en la vida.
El reloj invisible que siempre acompaña cada acontecimiento se ha parado. Nuevos retos, nuevas ilusiones y más altas esperanzas nos aguardan. El momento de los hechos ha cerrado el telón a lo que se ha vivido. Ya no se puede cambiar nada, ni siquiera vale reescribir en nuestra memoria. Lo hecho, hecho está y es lo que es. No vale nada más. El recuerdo durará para siempre y amañando ese juego escondido del alma, tenderá a visitar lo mejor de todo ello. El resto quedará relegado en un rincón algo más oscuro y más escondido. Poco interesan esos momentos, aunque también han sido parte del camino.
Lo que no hiciste se ha convertido en un imposible y allá donde erraste quedará el consuelo de un intento fallido, pero intento al fin y al cabo que alejará para siempre el arrepentimiento de no haberlo intentado. No esperes que vuelvan las oportunidades perdidas, ni las palabras que tu boca silenciaron, ni las gracias que nunca diste. La acción que no iniciaste, hoy, tan solo es lo que es: nada.... Y la nada es energía muerta, silencio, baldío...
El tiempo se ha agotado y otro nacimiento retorna a la vida. Una nueva etapa que todo lo cambia, como una versión mejorada... si has sido capaz de aprender....
Antonio Gómez